Sus productos, aunque totalmente artesanos, están sustentados por un alto componente de I+D. Se explica en la obsesión por obtener unos alimentos sabrosos y sanos, lo que exige que todas las materias primas sean naturales y frescas y que no se utilicen aditivos ni conservantes en ninguno de sus más de 20 artículos.
Según publica el diario Cinco Días, a las cinco de la mañana los obradores están haciendo pasteles en las instalaciones que la empresa posee en un polígono industrial a las afueras de Ávila capital. Desde allí, antes de las nueve servirán los productos a las tres tiendas de la ciudad y al centro de Aravaca, Madrid, el primero -y de momento único- fuera de la ciudad castellana. Así ha sido desde 1860 cuando se creó la primera pastelería, La Flor de Castilla, un emblema en la ciudad.
Sus productos, aunque totalmente artesanos, están sustentados por un alto componente de I+D. Se explica en la obsesión por obtener unos alimentos sabrosos y sanos, lo que exige que todas las materias primas sean naturales y frescas y que no se utilicen aditivos ni conservantes en ninguno de sus más de 20 artículos.
Es la estrategia empresarial impuesta por Julián Gil Navarro, propietario desde 1988 cuando se hizo con la empresa tras una suspensión de pagos. Y para dejar claro su objetivo han registrado el eslogan: “Somos lo que comemos”.
En esta dura crisis, han registrado subidas en las ventas del 8% en 2008, del 8,5% en 2009, y tras crear más de una decena de nuevos productos el pasado año, esperan superar el 14% este ejercicio. Para ello, han sabido diversificar sus canales de venta y sus productos. De los 8 millones de euros que facturarán este año, sólo uno se obtiene en sus tiendas y el resto, a través de otros 15.000 puntos, charcuterías principalmente, y la gran distribución.