El plan de formación de una empresa siempre ha sido considerado como un elemento fundamental de la estrategia de desarrollo empresarial.
Conocer el punto de partida y el objetivo al que se pretende llegar requiere una labor importante de conocimiento sobre cuáles son los recursos disponibles en la organización y sus necesidades formativas.
A partir de este conocimiento, puede definirse el plan formativo y en el mismo es necesario detallar con un grado suficiente las acciones que se plantean y los recursos necesarios para la consecución de objetivos.
Evidentemente, no puede concebirse un plan si tras la ejecución del mismo no existe una adecuada evaluación de resultados y del impacto final conseguido.
Siendo todo ello el proceso lógico, también hay que tener en cuenta que, dependiendo de la coyuntura y situación, existen factores que pueden afectar el adecuado desarrollo del plan de formación.
Así, en un pasado cercano el proceso lógico descrito ha podido quedar en algún caso reducido a mínimos, dirigiéndose a una única actuación de selección de “cursos” en función de reconocimiento o calidad y de su precio.
Buscar el modo de cubrir “coste” de formación por cualquier vía (subvenciones, patrocinios, bonificaciones….) ha sido un continuo. Ninguna estrategia bien marcada en el proceso se ha percibido, solo cubrir una supuesta (real o no) a la necesidad con un mínimo gasto y, por supuesto, sin un enfoque de inversión o estrategia de adaptación del talento interno de la empresa a los retos presentes y futuros de su negocio.
Afortunadamente algún cambio se ha ido produciendo y, en el presente, en todos los entornos se es consciente sin descartar parámetros del pasado cercano, de que un plan de formación requiere mucho mas que una mera selección de cursos y valoración de su coste.
El entorno empresarial es, en su mayoría, muy conocedor de la necesidad de adecuación a los cambios de la cuarta revolución industrial que ya son evidentes.
Ello hace necesario, para la supervivencia de la empresa, que el enfoque de proceso para llegar al plan de formación sea mucho mas trabajado. Y ese mayor trabajo requiere de una metodología, pero también una adecuada actitud de todos los profesionales involucrados, desde el primero al último.
Aceptar que no somos poseedores del “conocimiento absoluto”, tener la humildad de reconocer nuestra ignorancia, estar dispuestos a partir de cero…. Todo ello es posible cuando los trabajadores son considerados como personas y no tan solo como “recursos”.
Aún así, queda un largo recorrido para que el modelo sea perfecto y orientado a futuro de un modo absolutamente estratégico.
Este nuevo modelo debería considerar personas, proceso y, también, dos parámetros fundamentales. No cabe pensar en futuro sin poner sobre la mesa la sostenibilidad y la innovación.
El proceso lógico en la elaboración de un plan de formación lo conocemos pero en nuestro horizonte deberían estar siempre estos dos elementos. Sostenibilidad concebida desde el punto de vista más amplio (respeto al entorno, respeto a la sociedad, la propia supervivencia de nuestro negocio….) e innovación en toda su perspectiva (proceso, metodologías, tecnologías y producto).
Desde AINIA hemos acompañado a las empresas, en todo momento y en función de sus circunstancias, en el proceso de diseño, elaboración, ejecución y evaluación de planes de formación.
En este camino nos hemos adaptado y re-inventado para ofrecer el mejor servicio en cada circunstancia y ahora, una vez más, trabajamos en nuevos modelos con los que seamos capaces de aportar valor a las empresas.
Todo nuestro equipo está orientado al servicio a nuestros clientes a través de sus trabajadores (personas) con procesos de formación y acompañamiento. Ir de la mano en una evolución permanente tanto en conocimientos especializados como capacidades y actitudes.
Si quiere saber más sobre cómo podemos ayudarle a diseñar y desarrollar el plan de formación de su empresa para 2019, contacte con nosotros, podemos ayudarle.
Carmen Serrano (22 artículos)
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