El 30% de las ‘fake-news’ (noticias falsas) que circulan por internet son sobre alimentación. A esto hay que añadir que, según datos de un estudio realizado por un equipo de investigadores de MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), este tipo de noticias se difunden a una velocidad siete veces mayor que una real.
Por si fuera poco, la consultora Gartner ha calculado que en 2022 la mitad de la información que se consuma será falsa y que, según el último informe realizado por Ipsos, los españoles son los europeos que más se creen las noticias falsas y los quintos a nivel mundial.
No es de extrañar que el sector alimentario se encuentre preocupado por este fenómeno, que es papaz de modificar en tiempo récord los hábitos de compra de una población cada vez más confundida y por qué no decirlo, alarmada.
A la primera pregunta hay que responder que cualquiera. Cualquiera tiene la capacidad de inventar una noticia, darle apariencia de realidad y lanzarla en redes.
Es fácil crear una noticia falsa y revestirla de creíble a base de asegurar que la fuente es un estudio del inexistente profesor “X” de esta o aquella universidad (probablemente también inexistente). Si es suficientemente alarmante y se cuenta con una red eficaz, el impacto puede ser altísimo en un tiempo récord.
En cuanto a para qué, las respuestas pueden ser varias. Se ha comprobado que en algunos casos el fin es el crear alarma de forma gratuita, algo así como un divertimento. Durante los incendios de Vigo en 2017 se hizo viral el bulo de que el agua de Vigo había dejado de ser potable e iba a cortarse, además de algunos otros como desalojos de hospitales, gasolineras incendiadas o el incendio del mismísimo Faro de Vigo.
La pregunta del para qué tiene en estos casos una difícil respuesta, para la mayoría de nosotros, para nada. Otros motivos son los meramente económicos mediante la obtención de gran número de visitas y la monetización de las mismas gracias a la publicidad o los motivos ideológicos.
Pues varios son los motivos. Principalmente porque es un tema sensible y que nos incumbe a todos. Es un tema muy cercano y relacionado con nuestra salud. En negativo genera miedo a la enfermedad y en positivo, esperanza ante los productos milagro.
Asegurar que un producto u otro está relacionado con el cáncer o el infarto genera sin duda gran alarma y esto nos hace tomar precauciones, aunque los temores sean infundados. Por otro lado, que un producto pueda mejorar nuestra salud o incluso alargarnos la vida, genera esperanza, sobre todo para quien tienen un problema de salud.
Todo esto apela a nuestras emociones más que a la razón, y es bien conocido que lo que sentimos guía mucho más nuestras decisiones que lo que sabemos o pensamos.
Si además el mensaje coincide con los gustos o la ideología del receptor (por ejemplo, un mensaje negativo sobre la carne para un vegetariano o anti organismos modificados genéticamente para un activista en contra de los mismos), éste probablemente no se preocupará de comprobar su veracidad. “Coincide con lo que creo, así que debe ser verdad, ya lo decía yo”.
En definitiva, la alimentación es un “campo minado de fake-news”, y tanto es así que es probablemente el que acumula un mayor número de mitos, que no son más que noticias falsas que han acabado instalándose en el imaginario colectivo, hasta ser consideradas verdades absolutas.
Los falsos mitos en alimentación se cuentan por decenas. Van aquí algunos ejemplos:
Y como éstos, un sinfín de mitos sin fundamento alguno.
Sin duda alguna cuando nuestra marca o nuestros productos son víctimas de noticias falsas, hay que desmentirlas. Pero, desgraciadamente puede no servir prácticamente para nada. Como parte interesada, la credibilidad ante el consumidor en un caso como este va a ser baja.
Lo más importante es pues el trabajo en periodo de “no crisis”, lo que si desgraciadamente llega la ocasión nos facilitará mucho el camino.
Algunos consejos en este ámbito son:
En resumen, vamos hacia un panorama en el que las “fake-news” van a ser cada vez más abundantes. Como hemos apuntado con anterioridad, se estima que en 2022 el 50% de las noticias que recibiremos serán falsas. Así que lo mejor como consumidores y como industria es prepararnos para ello.
Desarrollar habilidades para discernir lo verdadero de lo falso va a ser importante para todos. Como consumidores, no perder la calma, acudir a fuentes oficiales, seguir una dieta variada y equilibrada y no difundir noticias de las que no tengamos certeza de su veracidad constituyen las buenas prácticas a seguir.
Respecto a la industria, la palabra clave es transparencia. Contar con buena información contrastable de nuestros productos, sistemas preventivos y manuales de crisis, pero sobre todo comunicar con todas las partes implicadas en todo momento y con total transparencia es la clave para generar confianza, y el mejor seguro para tiempos difíciles.
Roberto Ortuño (88 artículos)
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