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La repercusión imparable del cambio climático y la situación pandémica actual originada por el virus SARS-CoV-2, han generado un periodo de inestabilidad que ha puesto a prueba la adaptabilidad constante de entes pertenecientes a los sectores industrial, tecnológico/investigador y académico, así como a las administraciones públicas de todo el mundo.
Esta inestabilidad social y económica global está causando estragos en nuestro estilo de vida y está encareciendo de manera significativa el acceso, la disponibilidad y la comercialización de estos recursos naturales. Esto afecta negativa y desigualmente a productores, proveedores, industrias, comercios y, claramente, al consumidor final. Todo ello ha mostrado que la diferenciación entre economía, sanidad, higiene y medio ambiente no tiene sentido, ya que son realidades interdependientes. Esto remarca, todavía más, la importancia de esos indicadores sociales que hemos podido observar todo este tiempo y que no han recibido la merecida importancia, como son el siempre creciente aumento de la población, su desarrollo socioeconómico (hacia una sociedad “high-tech”), la degradación medioambiental y, por extensión, la escasez y empobrecimiento (pérdida de calidad) de los recursos naturales existentes.
Actualmente, el modelo de consumo imperante (prácticamente a escala mundial) está basado en un sistema económica apoyado fuertemente en la producción de bienes y servicios a través de un flujo lineal regido por las pautas “usar-consumir-tirar”, “producir-usar-tirar” o “recurso-producto-residuos” según la fuente. Términos ampliamente aceptados como “desarrollo sostenible” o “economía baja en carbono” son muy útiles como primeros pasos, pero no es suficiente. Estos conceptos están más focalizados en los efectos, pero no en las causas. Por ello, hay que ser más incisivos y críticos.
Este modelo de consumo o económico debe cambiar a un sistema sostenible y competitivo que haga un uso eficiente de los recursos, a través de un modelo de gestión de recursos basado en las 5Rs (reducir, reciclar, reutilizar, recuperar y restituir). Por ejemplo, como indicó la miembro del Parlamento Europeo, la finesa Sirpa Pietikäinen, en junio de 2015: “el ecodiseño inteligente de productos también tiene en cuenta la reparación, la reutilización y el reciclaje de productos”.
La Comisión Europea define la economía circular como “un modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido, extendiendo, de esta forma, el ciclo de vida de los productos”. Es decir, persigue mantener los recursos, materiales y productos el mayor tiempo posible en la economía con el objeto de minimizar la generación de residuos, mejorar la eficiencia de consumos energéticos e hídricos (así como de otros recursos naturales), incrementar la reutilización de recursos (a través de la transformación y valorización de residuos en recursos) y, al tiempo, minimizar el impacto de las actividades sobre el Medio Ambiente.
Otra manera de definirlo, quizás más empresarial, sería que la economía circular es “un modelo de negocio en el cual la lógica conceptual para la creación de valor está basada en el uso del valor económico retenido en los productos después del uso en la producción de nuevas ofertas” (Linder M. y Williander M. “Circular Business Model Innovation: Inherent Uncertainties, Business Strategy and the Environment).
En este contexto generalizado, diferentes estimaciones indican que España requiere de más de dos veces y media su superficie para poder abastecer las necesidades actuales de su población e industria, recalcando su fuerte dependencia de la economía exterior y, por tanto, de su vulnerabilidad a las fluctuaciones internacionales ya no solo en materia económica o productiva, sino en las áreas mencionadas previamente como sanidad, higiene y medio ambiente.
El reto de introducir el concepto de circularidad en la economía española reside en entender este concepto como elemento transversal, tratando de concentrar los esfuerzos ya no en la fase final del ciclo de productivo, sino en la fase inicial de la cadena para maximizar la durabilidad frente a la obsolescencia programada del producto e impulsar la servitización, reutilización, reciclaje y reprocesado de los materiales. Así pues, la fase final del ciclo productivo requerirá menos esfuerzos y costes de gestión conforme la economía adquiera un carácter más circular.
La investigación, el desarrollo de tecnologías y la innovación pueden ser pieza clave para proponer soluciones que permitan a las empresas cambiar el modelo económico lineal hacia uno más circular y, por tanto, ser los principales propulsores dentro del desarrollo y afianzamiento de la economía circular para poder salvar las barreras existentes de tipo económico, higiénico, sanitario, normativo, etc.
Esto ha llevado al Gobierno estatal a la elaboración y aprobación de la Estrategia Española de Economía Circular (EEEC) o España Circular 2030. Este documento entronca con el Plan de Acción para la Economía Circular presentado por la Comisión Europea dentro del marco del Pacto Verde Europeo y de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (junto con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS) y sienta las bases estratégicas para la creación de una economía sostenible, limpia y competitiva que aporte beneficios a la sociedad y a la industria nacional. Así, la EEEC está alineado el ODS 12 “Producción y consumo sostenibles” que garantiza los modelos de consumo y producción sostenibles y el ODS 6 “Agua y saneamiento” que procura garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos.
El agua es un bien esencial y adquiere gran relevancia dentro de la EEEC, convirtiéndose en uno de los caballos de batalla que fomenta la entrada de la circularidad dentro del modelo de producción y consumo existente. Conviene recordar que el agua es un recurso natural fundamental para el desarrollo y supervivencia de los seres vivos en el mundo y se encuentra en un punto crítico ya que actualmente existe un peligroso desequilibrio entre la accesibilidad limitada de agua potable de calidad, debido a su elevada demanda y al impacto originado por el cambio climático en el ciclo hidrológico (alteraciones en la temperatura de las reservas de agua o el cambio drástico en el régimen de precipitaciones) que han llevado a alterar gravemente en la disponibilidad del agua, mermando su cantidad y calidad.
La implantación de la circularidad en el recurso hídrico reside en dos aspectos:
Con esta iniciativa en mente, apoyamos a las empresas a su orientación en materia de Economía Circular, en concreto asesorándolas en estrategias en diferentes áreas como medioambiente, envases, bioprocesos o Big Data, entre muchos otros. Cómo mejorar la sostenibilidad medioambiental y ahorro de costes energéticos, hídricos y de gestión integral de efluentes y lodos es el objetivo que abordamos junto con las empresas que estén comprometidas con el medioambiente.
Jorge García Ivars (22 artículos)
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